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viernes, 23 de agosto de 2013

HOMO STOLIDUM


Era una tarde veraniega, con un bochorno que embotaba el pensar, en donde las palabras húmedas y pastosas cortaban el ambiente, como si de un inmenso pastel se tratase.
Se oían voces lejanas...Un espejismo, bajo este abrasador Lorenzo en plena desnudez.
Y en un rellano del bosque, alrededor de un inmenso tronco centenario acontecía un singular evento.
¿Era una reunión de amigos?¡No! Era un pequeño comité de investigación, ¡ ya quisieran los del G20 merecer!
Uno le arrebataba la palabra al otro, queriendo tener siempre la razón. De repente, se oyó una voz de bajo profundo con reverencial timbre:
Pues yo propongo que dejemos explicar los motivos a cada uno sin interrumpirnos o no acabaremos nunca, y el tema apremia, creo.
¡Ah! Mi querido Eulogio, tú siempre tan reflexivo y melancólico...-Exclamó la ardilla Guillermina, dirigiéndose hacia arriba apoyada en sus cuartos traseros y apenas vislumbrando la punta de la copa del tal Eulogio, hijo legítimo del padre centenario sobre el cual celebraban esta reunión.
¡Si mi padre levantara la cabeza y viera esta algarabía que sobre sus cenizas  tenéis! os pondría en vuestro sitio muy delicada y caballerosamente -dijo airado Eulogio-
Se hizo el silencio...todos callaron, pues reverenciaban la memoria y sabias palabras, convirtiéndole así en Ara de la resignación.

Prosigamos con nuestro cometido y cuanto antes mejor - dijo Candela, la cerilla, muy nerviosa y temperamental como de costumbre, con una extremada delgadez debido a sus ansias por estar flacucha.
Increpó con lenguaje doliente y ofensivo a su compañera Eufemia, la colilla, muy conformista e impasible, a la cual se le agotaban las fuerzas.
Contestándole ésta, un tanto pasota a su anterior argumento  soez y chabacano: Eres peor que una puta, que te dejas arrastrar por cualquiera.
¡Tú lo has dicho, por cualquiera! ¿Y quién es ese cualquiera? -Preguntó desafiante Eufemia mientras se doblaba sobre su boquilla arrugada y maloliente-.
No me calientes la cabeza, con tu filosofía barata, solo me faltaba oír esa estupidez de mojigata ¡es un pellizco a mi inteligencia! -       replicó Candela-.
¡Tranquilas chicas! - Dijo la audaz e intrépida Guillermina.-Todos sabemos de quién estamos hablando, pero ante tal irresponsabilidad, tendremos que poner un poco de nuestra parte; por ejemplo tú, Eufemia, podrías restregarte fuerte por el suelo hasta quedarte sin brasa y no permanecer ahí pasmada consumiéndote... ¡vamos! creo yo.
Estoy a un tris de arder en cólera -replicó Candela-¡No te me acerques, que echo chispas! estas dos memas me quieren convencer de lo evidente.

¡Eh!, los de abajo, "un poco de por favor" que no dejáis dormir a nadie, - gritó desde lo alto de una rama, un despistado y dormilón  búho, llamado Ambrosio .-

¡Anda, baja! Tenemos mucho de qué hablar ¡Qué no te enteras, colega! - Le increparon desde el suelo los demás.-
 ¡Esperad! yo me inclino – Les  dijo Eulogio tan servicial y caballero como su padre.-
Con un gran bostezo y desperezar de alas, se posó sobre el altar del tronco el culto y sereno Ambrosio, monóculo en mano diciendo:
No os parece que sería mejor dejar nuestras diferencias y abrazar lo que realmente nos une hoy aquí, que no es otra cosa que salvar al bosque. Dejémonos de tonterías, asemejándonos a aquel, que nos quiere destruir.
Dicho lo cual, se dispusieron a repartir cometidos o tareas.
Anteponiendo claro está, las cualidades meritorias de cada uno en la misión a realizar. A poco que miremos, siempre hay algo que nos define.

 A ver Guillermina - dijo Ambrosio- puesto que tú eres la más pertinaz portavoz de  los animales terrestres, y de todos es bien conocida la agilidad y buena forma en que estás... Toma este silbato, te dedicarás a tocarlo cuando veas el más mínimo atisbo de peligro.
A lo que contestó Guillermina: De acuerdo, eso está hecho.

Y tú, Eulogio, aunque ya vas teniendo una edad, refugiarás bajo tus ramas a todos aquellos que puedas, siendo el cobijo de los sin techo.

En cuanto a ti, Candela, no te encolerizarás con esa beligerancia, y enfría tu mente lo más posible por el bien común.
Bueno, - respondió Candela- intentaré que mi testa enmohezca frente a cualquier restregón inesperado de la vida.

¡Pobre Eufemia! Ten más dignidad, y apaga la fogosidad que hay en ti a cualquier precio, no te dejes manipular, ten principios aunque te vaya en ello la vida -Le instó Ambrosio-
A lo que replicó convencida: ¡Vale! no me dejaré manosear tanto, y seré la señorita que siempre quiso mi madre Dña. Cajetilla.
¡Muy bien! -Contestó Eulogio- Pero, ¿Qué hacer con nuestro peor enemigo?
¿Quién el viento?- replica Ambrosio-
No, ese sopla para donde le digamos, es nuestro aliado, aunque a veces nos sale respondón.  -atestigua Eulogio-
¡Ese, no! - Discierne tan sensato y cuerdo como siempre, nuestro querido Ambrosio- Me refiero al  HOMO STOLIDUM.
 Mantendré los ojos bien abiertos por si algún día recapacita, y deja de destruirse a sí mismo y a cuanto le rodea.
Entonces y solo entonces, amigos míos, se convertirá en  HOMO SAPIENS.
Pero mientras llega ese día...¡Nosotros a trabajar!

De todos es sabido el espinoso camino, el terrible cotidiano, aderezado con los sin sabores de lo imprevisible en el deambular del  tiempo. Hoy, y aquí, arranquemos la estupidez calcárea  de quienes quieren destruir la vida...el existir de un mundo que va más allá de toda razón.