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domingo, 21 de octubre de 2012

¿BUSCAS AL HOMBRE?




Anoche soñé que volaba con ligeras alas de cristal, por donde asomarme a las maravillas del mundo...
Sobre generosos campos, preñados de espigas.
Sobre ríos de vida, que desembocan en un mar de silencio.
Sobre escarpadas montañas, donde el
águila entrona su nido;
de desafiante  mirada, majestuosa en el vuelo...
Sobre lagos de mansedumbre, donde se miran los dioses.
Sobre las gélidas montañas, que más tarde nos darán la vida.
He paseado por mi mundo, por tu mundo, y he contemplado su grandeza y mi insignificancia, tu castigo y mi dolor.
He visto un cielo sembrado de estrellas, que no pude contar. Y escuchado la dulce melodía, en el sonar de los tiempos...sin doble barra final.

¡Es el Pentagrama del Cosmos!

Donde la clave eres tú, hasta el Calderón infinito de la Eternidad.
Me extrañó sobremanera, que no apareciera el hombre en ninguna de mis visiones, y ante mi insistente y a veces molesta pregunta, todo me respondía: "No, no le hemos visto por aquí."
Recuerdo preguntar a una dorada y temblorosa espiga: ¿"Sabes dónde está el hombre"? Y responder entre sollozos : "No, no, se que acabó con todas mis hermanas, y sólo quedé yo, porque me quebré de miedo, y no le serví así."
Me asomé a la orilla de un río, y pregunté de igual modo a una trucha muy tenaz, empeñada en llegar a su destino, ésta, ajetreada y fatigosa por el gran esfuerzo me contestó:"No me molestes, tengo mucha prisa en llegar, pues no sé nada de mis comadres que iban delante". Y resultó cierto, al elevar un poco la vista me percaté que era ella, la única que nadaba contra corriente.
Ascendí en raudo vuelo para enjugar las lágrimas, y divisé en lo más alto de un risco, a un águila enorme sentada al borde de un precipicio, no me atreví a decirle nada, sus graznidos me dieron la respuesta...
Lloraba por los polluelos, que nunca verían la luz.
Nada más bajar de la escarpada montaña, me deslumbró a lo lejos los destellos indiscretos en alfabeto Morse; me dije:"Repondré mis fuerzas a la orilla del lago". Y cuál  fue mi desolación al descubrir el exterminio de cuantos le habitaban, en un ayer cercano, con la invisible bala creada por el hombre.
Lloré y lloré, hasta congelarse mis lágrimas por el helado aliento de los dioses, que lentamente fue tornándose en suave brisa de verano.
Me acuné en los tiernos brazos de las estrellas, donde su cálida luz iluminó la inmensa tristeza de mi alma; también ellas se iban durmiendo en la sinfonía de la nada.
Cuando de repente una de ellas me susurró al oído: ¿"Buscas al hombre"?
Y yo respondí con toda la angustia y desesperanza de lo vivido, asintiendo sin fuerzas con la cabeza.
Y exclamó con voz atronadora:¡"He aquí al hombre"!  !"He aquí su corazón"!
Dando entrada a la más dulce melodía, jamás escuchada por el ser humano desde los confines del mundo, al unísono... El Universo habló, y yo le escuché con la tensada cuerda de mi alma.

 

Yo, aún creo en la bondad del hombre.

Para mi hermano José.

12 de Octubre de 2012.

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