Se durmieron los sueños
en la palma de mi mano,
esos que antaño danzaban felices
por los montes del sentir.
Y he aquí que por fin llegó
el día de su ocaso.
No fingido, ni querido,
no buscado pero si hallado.
Con la destreza que un segundo
se encarama al minuto, y éste,
apunta las horas en el libro
de los días ¡ Esos tan deseados!
Pasó como una suave brisa
de esperanza, en la tórrida tarde
de un verano plomizo cargado
de sudores, que escurren las entrañas.
Reposad silenciosos en la cuna
del olvido, donde se mecen anhelos
entre el plácido balanceo de la razón
como madre precavida...despierta a la realidad.
Yo, velaré vuestro descanso...
Hasta entender el por qué.
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